martes, 9 de junio de 2009

El fracaso de Windows Vista

Que el último sistema operativo de la multinacional Microsoft, Windows Vista, no ha producido el impacto social ni los beneficios económicos que sus creadores habían previsto, parece que es algo ya indiscutible. Aunque son varias las ocasiones en las que se ha intentado explicar dicho fracaso por causas tecnológicas, su falta de éxito ha radicado también en una concepción errónea de lo que es un sistema operativo y de cuál debe ser su utilidad final.

La informática doméstica, la cual parece ser el principal objetivo de mercado de Vista, se ha caracterizado en los últimos años por tres fenómenos: la proliferación de tecnología malintencionada, los materiales y contenidos compartidos en internet y la reproducción no autorizada de producciones digitales.

El primer fenómeno ha influido de tal manera en los usuarios, que disponer de un sistema que no cuente con algún sistema de protección (un antivirus, un cortafuegos, un bloqueador de ventanas o un filtro de correo) ha llegado a considerarse poco menos que una temeridad.

El segundo factor, el acceso generalizado a las posibilidades de compartir que internet ofrece, ha provocado que aquellas PCs que no estén conectados a la red sean consideradas prácticamente como inservibles.

El tercer factor, la facilidad con la que se pueden realizar copias digitales de contenidos, incluso sin apenas conocimientos técnicos, ha venido como consecuencia del segundo, pues la mayoría de lo que se reproduce son materiales obtenidos de la red, no habiéndose accedido a ellos por los canales digamos “convencionales” de adquisición.

Todo sistema operativo que quiera tener éxito entre los usuarios debe tener en cuenta estos tres factores, y Vista, como sistema operativo y desde el punto de vista del usuario, no lo ha hecho, pues ni evita los efectos perniciosos que conlleva la utilización de la computadora, ni mejora en alguna medida la capacidad y la potencia de la utilización del mismo, ni evita la instalación de sistemas accesorios de protección (antivirus, antispam, etc.) ni facilita compartir los contenidos, ni permite una mejor o más rápida gestión del proceso de grabado y/o visionado de los contenidos en soporte digital. Antes al contrario, lo que hace es entorpecer o directamente impedir lo que, nos guste o no, es una de las actividades habituales del usuario doméstico medio.

Vista no es un sistema más seguro que XP, pues utiliza la misma tecnología que provoca los fallos de seguridad. Tampoco es un sistema más fácil de usar, pues ha introducido cambios en la operativa habitual que tienden más a confundir a los usuarios que a ayudarles. Su principal innovación, si queremos hacer caso a sus campañas publicitarias, son los efectos visuales en el escritorio, es decir, algo meramente estético que no sólo no aporta funcionalidades nuevas, sino que encima impide su utilización en máquinas poco potentes. Finalmente, tampoco facilita la utilización multimedia, pues su diseño paranoico le obliga a realizar continuas comprobaciones de que lo que está reproduciendo es legal, penalizando con ello la rapidez y la eficiencia.

Es en este último punto donde radica, a mi modo de ver, su fracaso. Una máquina no puede arrogarse la función de controlar si lo que se hace con ella es o no legal, pues dicha responsabilidad debe siempre de recaer en el usuario. Desde siempre, los sistemas operativos de Microsoft han intentado guiar al usuario doméstico, marcándole pautas de actuación e intentando adelantarse a sus pensamientos, actuando de forma obsesiva como “tutor” o “asistente”, pero esta nueva actitud cae más allá de su anterior servilismo: Vista ya no actúa como un “tutor” del usuario, sino como un “censor”. Nos encontramos así con que la máquina intenta imponer una actitud moral en el usuario a fuerza de impedirle o entorpecer la realización de ciertos actos, adoptando el sistema operativo una posición de superioridad moral sobre un usuario al que, desde el primer momento, se le considera culpable de intentar realizar operaciones ilegales.

Ese ha sido el gran error de Vista: considerar al usuario no como un cliente sino como un enemigo. La pregunta obvia que surge casi inmediatamente es: si el usuario no es el beneficiario final de la utilización de este sistema operativo ... ¿para quién o para qué ha sido diseñado entonces? No creo que a nadie se le escape que, dado que es evidente que ninguna empresa capitalista está especialmente interesada en la catadura moral de sus clientes, ni en las posibles consecuencias legales a las que éstos deban enfrentarse por la utilización de su PC, el motivo debe ser, como siempre ocurre en el capitalismo, puramente económico. Los creadores intelectuales de este sistema operativo no han sido los técnicos informáticos, sino los vendedores de material audiovisual, las grandes compañías que comercian con el entretenimiento y los organismos gestores de las patentes a la creación artística, que son los que más han ido viendo disminuir sus ganancias conforme pasa el tiempo y crece la generalización de contenidos compartidos en internet. Estas empresas y organizaciones deben de ser, en última instancia, los verdaderos usuarios de Vista, pues dicho sistema operativo parece haber sido creado por y para ellos, pues sólo ellos pueden llegar a recibir algún tipo de beneficio como consecuencia de su utilización. La dificultad para diseñar medios de protección anti-copia realmente seguros, y la práctica imposibilidad de impedir compartir los contenidos por internet, parece que ha conducido a querer llevar los sistemas de protección de los intereses comerciales directamente al sistema operativo de la computadora, intentando así controlar al usuario “malhechor” en su propia casa.

El Windows Vista es, por lo tanto, no sólo una tecnología prescindible, pues se sitúa por encima del umbral de lo necesario, sino que al mismo tiempo es perniciosa, pues sólo es útil a los poderosos. Evitar, sin embargo, que finalmente dicha concepción mercantilista y engreída de lo que es un sistema operativo se imponga, no parece todavía fácil. Por ahora el principal competidor de Vista es su predecesor, Windows XP, sistema que las empresas se resisten a sustituir y muchos usuarios de Vista recuerdan con añoranza. Habrá que ver si Microsoft se atreve o no a retirarlo del mercado el año que viene. Otra alternativa con posibilidades de éxito son los productos de Apple/McIntosh, pero esta empresa parece estar cómoda en un nicho de mercado más interesado por el estilo y la exclusividad que por la perfección técnica, por lo que no es previsible que, a menos que desciendan sus precios y cambien de imagen, aumenten su popularidad.

La única esperanza que nos queda, entonces, es la alternativa libre: el sistema operativo GNU/Linux. Este sistema operativo, aún cuando ha demostrado y demuestra con creces su capacidad técnica, a veces incluso superior a la de los productos de pago, se enfrenta todavía a graves problemas para su utilización generalizada, la mayoría de ellos producidos por la resistencia de los fabricantes de hardware a suministrar a los desarrolladores de software libre la información necesaria para permitir que éste sistema operativo funcione en sus productos. Habrá que esperar a ver si tienen éxito los por ahora tímidos intentos que algunos fabricantes como Dell, Lenovo o Acer están haciendo para vender PCs con una distribución de Linux preinstalada en ellos desde fábrica.

La última palabra la tendrá, como siempre y por desgracia, el mercado. Linux ya no es un producto marginal o exclusivo de una comunidad de “locos informáticos”, y detrás de las distribuciones más populares hay también muchas empresas que esperan obtener éxito y ganancias económicas con él. Por ello, se hace más necesario que nunca tener claras las ideas sobre el software libre y lo que éste representa. Que desaparezca un monopolio es algo que generalmente beneficia a todos, pero la sustitución de dicho monopolio por una continua “guerra sucia” entre empresas en defensa de sus diferentes distribuciones y/o sistemas operativos tampoco es un escenario ideal, pues lo que conllevaría sería a la creación de grupúsculos de usuarios con sistemas no compatibles entre sí, con todo lo que ello significaría de merma en la universalidad de la comunicación de la que actualmente se disfruta. Generalizar el uso de estándares abiertos es tan necesario como fomentar el software libre: que cada cual tenga la máquina que pueda, use el sistema operativo que le de la gana y trabaje con el programa que más le guste, pero que el resultado de la creación digital se produzca en un soporte accesible y comprensible para todos los demás sistemas.

La informática doméstica -en el occidente rico, por supuesto, a veces da vergüenza hablar de ciertas cosas cuando tanta gente se muere de hambre o de un balazo- está dejando de ser un producto superficial de consumo o de diversión y se está incorporando a la vida de las personas como el instrumento más determinante en su formación -o deformación- cultural y debe ser por ello contemplada como tal.


Por José G. Arribas
www.rebelion.org

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